Al llegar a Barcelona, desempaqué mi equipaje. Aliviané mi carga, entregué lo que traía como regalo y colgué mis abrigos. Fui acomodando mis pertenencias donde vi necesario en su momento, adornando con aquellos detalles que me recordarían de dónde vengo, fotos de momentos y personas que amo… hasta que solo quedé conmigo.
Noté que, más allá de sentir mis manos vacías, aun me quedaba más por ubicar, de hecho mucho más de lo que me imaginaba. Por más extraño que esto me resultaba, sentía que había alguna maleta más para abrir. En efecto, al dejar de buscar afuera… las encontré. Ahí estaban, muy escondidas dentro mío: MIS ILUSIONES!!
Las mismas que me habían arrastrado a viajar miles de kilómetros dejando mi cómoda vida en Mendoza, estaban conmigo, solo que venían transformadas, inquietas, curiosas, mirando con extrañeza y compartiendo dudas conmigo.
Intenté, por miedos e incertidumbre, no prestarles atención por unos días, pero las cruzaba cada vez que me tumbaba a dormir. Podríamos decir que me esperaban sentadas en mi almohada y en cuanto intentaba descansar, me alborotaban con sus preguntas; ellas también esperan por ser ubicadas.
Pasaron los días, el insomnio como aliado de ellas, iban ganando terreno y se organizaban cada vez más para manifestarse. Mi cómoda almohada le resultaba poca cosa y esperar a la noche les aburría, por lo que comenzaron a perseguirme todo el tiempo.
En fin, no es tan importante, aun, saber qué hice con ellas, sino saber que ellas cambian. Si si, ellas mutan en si mismas solo con el fin de mantenerse como el motor de mi vida y esto sucede, mirándolo bien, tan rápido como me permito evolucionar, crecer y aceptar.
«Madurar es perder algunas ilusiones para comenzar a tener otras» dijo la escritora británica Virginia Woolf hace ya más de 100 años y sigue siendo sumamente acertada. Al menos eso siento cada vez que comienzo un proyecto, y hasta mucho tiempo antes de comenzarlo también.
Madurar no es sinónimo de volverse serio y gris, sino es cambiar nuestro punto de vista, ver los recursos con los que contamos, vernos más capaces, más firmes para generar una ilusión nueva que nos lleve a crecer con nuestros objetivos. No estoy de acuerdo con que «cumplir años» signifique dejar de soñar y de soñarnos cumpliendo nuestras metas.
Como todo lo importante en la vida merece una responsabilidad. Y ésta, es la de entender que soy la semilla y el agua, el principio y el fin de mis sueños, de mis proyectos. Que por más que lleve años responsabilizando a alguien más, solo yo seré quien haga que esas ilusiones lleguen a destino.
Y con respecto a mis ilusiones… pues eso, aquí las llevo. Ya se ven muy distintas de las que viajaron conmigo allá por el 2019 pero siguen con una pulsión desmesurada por ser mis guías en el camino.
En un par de años, intentaré recordad como eran mis ilusiones que me llevan a compartir esto y veremos en qué se convirtieron
Madurar es perder algunas ilusiones para comenzar a tener otras
Virginia Woolf