Seguramente no sabemos muy bien por que lo hacemos así, es más, ni siquiera pienso poder sostener este concepto una vez termine de escribirlo y de igual modo esto creo respecto a una situación en particular. Obvio que más de una vez somos injustos o injustas pero hablo de una en circunstancia puntual en la que coincidiremos sin importar categorías étnicas, etarias o alguna que otra que nos divida demográficamente hablando.

Como ir al hueso no es mi fuerte, lo pondré de este modo: ¿a quién le agradecemos cerrar una puerta con llaves antes de ir a dormir? o ¿qué es lo que tienes en la mente cuando buscas trabajo? o un poco más extremo, ¿por qué dices no a esa propuesta que tanto deseas? Te imaginas que hay miles de ejemplos distintos que podría escribir.

Desearía enterarme si vas respondiendo las preguntas, aun que más no sea, mentalmente. Pero como no podré saber si lo haces, me adelantaré a decir que puedes explayarte, más o menos, en cada respuesta con razones claramente lógicas. Igualmente si todo este texto llegase hasta aquí no me hubiese molestado en escribir nada. Por lo que indiferentemente de tus respuestas me gustaría, tendenciosamente, hurgar poco más abajo, o adentro, o profundo y vincular estos comentarios con quien me inspira hoy a expresar esto: EL MIEDO. Me animaría a decir que estoy seguro de lo que escribiré ahora, pero lo tengo sentado en mis hombros con cara dubitativa y mirada esquiva provocándome incertidumbre y aun así, batiéndome a duelo, tomaré valor y me plasmaré.

Comúnmente vinculamos esta emoción o sentimiento con lo negativo. Nos asustan con él durante la vida entera, sea a una cosa u otra, real o imaginaria, posible o no, pero sí hay algo que nos atrevemos a confirmar: EL MIEDO ES EL MALO.

Acostumbro a debatir algunos temas (de hecho a varios) que se dan como absolutas verdades y cuando veo pelis o leo un libro o abordo una historia cotidiana… sea la razón que sea, siempre pienso: -sería interesante saber que la maldad a veces ¡no es tan mala!- y esto me impulsa a revisar a este villano para lograr entenderlo.

Termino por imaginarme al miedo en una manifestación cortando calles y pidiendo una recolección de firmas para ser re-categorizado o al menos, que ya no se metan con él. Alegando cantidades innumerables de razones en las que nos ha hecho reaccionar, o cambiar, o literalmente: nos ha salvado la vida.

Entiendo que a esta altura podrías subir, releer tus respuestas y vincularlas con este texto. Esta vez, agregando al miedo a la ecuación, siendo poco más justo y hasta quizá agradecido, puesto que nos ha acompañado desde siempre. Más allá que se lo pueda mirar de mala manera, nos ha movilizado, nos ha impulsado a crecer, a salir de ahí y a muchas otras cosas.

Vale aclarar que cuando nos conviene, le ponemos un disfraz de miedo a la comodidad, a la pereza, a la falta de amor propio y a varias otras situaciones que, de este modo, nos libra de hacernos cargo de lo que en realidad queremos. Imagina que siempre hay a qué temer. Pero como un cuchillo si lo agarramos del lado equivocado, al miedo también se lo podría pillar de buenas maneras. Se lo puede mirar con los mismos ojos comprensivos con los que miramos a un bebé que llora porque es de la única manera que sabe comunicarse y no por eso nos manifestaríamos que es malo.

Con temor a sonar arrogante, me animo a invitarte a revisar ese miedo, a buscarle el mango, el asa, la razón por la cual te visita para que te muevas. De este modo, sabiendo que viene a por ti con buenas intenciones, pregúntate también el para qué de su compañía.

Deja una respuesta