A tus 5 años tomas unos colores y comienzas a rayar unas hojas que tienes a mano, o en el peor caso las paredes de casa, y coincide que algún trazo se asemeja a «algo», alguien dirá: de grande será artista.
Si tienes 8 años y por casualidad pateas una pelota que va a parar a algún sitio producto de azar donde pareciera que has marcado un tanto, alguien dirá: de grande será futbolista.
Si a los 10 logras juntar un par de piezas que a ojos de adulto, da la sensación de ser un sitio habitable por algún ser, probablemente alguien diga: de grande su pasión será la arquitectura.
Así mismo, creo haber sido claro con los ejemplos y sabemos también que sobran. Pero en realidad hay dos corrientes que me gustaría destacar:
La famosa pregunta: ¿qué vas a ser cuando seas grande? y claro, siendo adultos pensamos que esta llamada de atención es motivadora o que ayuda al niño a decidir o a afrontar la vida con una dirección pero… PERO sin darnos cuenta, a una muy temprana edad, hacemos que esa criatura elija, y sabemos que al elegir debemos dejar de lado algo. – Que al pasar los años esto cambia y que no hemos traumado a nadie? seguro. Así mismo sin notarlo, provocamos que esa personita en formación, entienda que hacer tal o cual cosa sirve para tal otra y ahí radica una de de las razones que luego, tiempo más tarde, comenzamos a pensar en términos de utilidad/funcionalidad y no simplemente en generar por ganas, en crear sin esperar resultado inmediato, expectativas y todo ese mundo que llevamos en la espalda intentando saber (y aquí el segundo cuestionamiento) «¿Cuándo habrá sido que decidimos iniciar eso que estamos haciendo?».
Con esto apunto (y aquí está lo que menciono arriba, estoy escribiendo intentando no pensar en lo que cause este texto, y lejos de ser 100% libre, existe eso que me dice: se objetivo, interesante, que se entienda; intenta trascender o dejar pensando a alguien… porque fui criado con esta premisa) a que un niño o una niña, en sus primeros 12 años o más, debería moverse sin que eso signifique algo. Claro que muchas veces se ven reflejados los intereses o habilidades que tendrá en su vida adulta, pero: ¿y si esa manifestación fue por probar? ¿y si pateó la pelota solo por un enojo, o lo que ralló en el papel fue de aburrimiento, y si lo que en realidad le interesa no lo tiene a mano? Eso jamás lo sabríamos, pero si, podríamos reflexionar sobre como lo hicimos en nuestros comienzos, no urdiendo sino liberando las ganas, por expresarnos, por distraernos, por divertirnos.
Esto viene a colación de que muchas veces en las clases de teatro veo adultos resistiéndose a jugar o intentando ponerle un «para qué» a cada cosita que hacen. Todo debe ser entendido o significa algo más que da miedo que se note. Como que si imaginar nos dañara o nos llevase a un vertiginoso sitio del que no pudiésemos regresar a esta realidad que ya conocemos o al menos eso creemos.
En mi rol de facilitador de este espacio, opino que observar eso me refleja cuantas veces hago eso yo también, y sobre todo: cuantas otras hice eso antes de comenzar a jugar de nuevo.
Al «niño» ya le ensañamos mucho, ahora nos toca aprender de esa etapa.