Siempre la culpa es de otra persona, no somos nosotros quienes tenemos que adivinar que siente el resto de los mortales, si no me entiende no es mi problema… mmm… si hasta aquí te viene gustando y crees que es un texto para quejarse de un «otro» u «otra» déjame decirte que ¡vamos mal!

Cada cierto tiempo, en los grupos con lo que jugamos con el teatro, llega el momento de hacer unas cuantas clases sobre la escucha. Lo curioso de esto son las caras que percibo: – pero ¿de que vas?, ¿haremos un estudio médico acaso?, yo escucho muy bien, etc son algunos de los comentarios que se animan a dejar de esconderse detrás de miradas pronunciadas con los ojos muy abiertos.

Algo más curioso aún es que al prguntar ¿-les suena la frase de «cuando yo hablo no me escuchas» o de «yo hablo y pasa un tren»? esas miradas acusadoras se convierten en una sonrisa y en algunos casos un -puff me lo dicen a diario y comienzan a comentar respecto a sus experiencias personales.

Una vez ablandadas las miradas e introducido el tema, comienza la magia.

Todo esto a modo introductorio para comentarte que «a escuchar también se aprende», así es, en un momento alguien nos enseña a decir «ajó», luego nuestras primeras palabras, posteriormente leemos carteles en las calles y comenzando la vida escolar estudiamos… ¿Y ya! El resto es estudiar y en algunos casos asistir a terapia!

Pero… cof cof PERO.. ¿Dónde está la parte en que aprendemos a escuchar? Esa cuota de saber que no todo lo que oímos es lo que escuchamos, que hay mucho más que sentir en lo que nos llega, hay información por decodificar (por decirlo de un modo algo místico).

Volviendo a las clases y para ejemplificar de lo que hablo diré que comenzamos con estímulos auditivos claro, es por donde vamos a comenzar. Las personas necesitamos pasar por el cuerpo lo que aprendemos o lo que queremos aprender. Luego, nos miramos y es ahí cuando comienza la primera y gran resistencia, a saber:

¿para qué nos miramos si estamos hablando de escucha?

Incomodidades, risas y bromas mediante, llega el momento del silencio. De uno que, paradójicamente, nos permite oír. Siendo muy poéticos, vemos que logramos «oír» una mirada, «oír» una presencia, «oír» aun las no palabras. A partir de ahora oímos el caminar, el todo de voz, la intención y con esfuerzo y práctica pero sobre todo, evidenciando que hay mucho más que escuchar que solo las frases que creemos que nos dicen.

Esto llevado a lo cotidiano, no solo es bellísimo, puesto que nuestra compañía se siente escuchada y de pronto, eso siempre nos hace sentir bien, sino que encontraremos otros niveles de información, otro contenido que difiere mucho de la escucha mecánica, la simple acción de que los sonidos impacten en nuestro cerebro.

No apunto a que esta nota sea un curso de escucha sino, humildemente, una invitación a intentar hacer foco, aprovechando la analogía que podemos evocar con una foto hd, donde si hacemos zoom, lograremos encontrar detalles que a simple ver no están, y descubrir algo más.. de hecho: MUCHO MÁS.

Como agregado de esto y permitiéndome la opinión personal, pregono la idea de que la falta de la escucha es una de las principales causa de problemas entre diversos vínculos. Escuchar y sentir escuchado, no puede más que abrirnos puertas, despejarnos corazones. Asimismo si existe una pleito sea de persona a persona y no de melentendido a malentendido.

Deja una respuesta