¿Qué potencia hay en una semilla?
Si cogemos una simple “pepa” (si… si… ignorando de qué es) la miráramos con sorpresa, con intriga o quizás con desinterés o hasta puede que la botemos… vaya a saber. En el mejor de los casos, alguien que sea “manitas”, podría usarla en alguna de sus artesanías, o, por qué no, sumarla a su producto. Cualquiera de estas opciones, con mayor o menor suerte, condenaría de alguna manera a la pobrecilla a no germinar.
Imaginemos sino esa semilla en un bolsillo, en una pulsera, en una ensalada también… con eso que siempre lleva dentro en cautiverio.
Pensemos por un momento que esta semilla es una persona. Así de este modo la pobre cobraría un poco de relevancia ante nuestro humanos ojos.
A las personas se nos suma que además de poder ser esa semilla, se nos suman los miedos, la vergüenza, la edad, si alcanza el dinero, que la pareja… etc.
En ese caso, la semilla corre ventaja sobre nosotros, aunque no creo raro que terminemos en una ensalada… bueno, cada uno con su destino!!
Pero ¿Qué pasa con una persona que se descubre en su sitio?
¿Qué pasa si por casualidad llegamos a ese sitio que nos hace germinar, donde por fin sale todo lo que tenemos, lo que podemos compartir?
A esta altura creo que ya sabes de qué hablo… o en realidad solo si eres de esas semillas que llegaron ya a buen puerto, pero sino lo presientes o lo imaginas.
Atención, no hablo de talentos, dones, o la actividad laboral (pues una semilla de algún yuyu o mala hierba no deja de tener vida por no ser una planta codiciada) pero jamás veremos una de ellas preguntándose su utilidad… su “¿para qué germino?” solo se manifiesta.
Pues las semillas, como las personas, germinamos porque se nos va la vida en ellos.
Ah.. y no termina ahí, porque una vez comiencen los brotes, no significa que no debamos movernos. Como una planta, a veces necesitamos algo más que ser regadas y un poco de sol, sino que debemos cambiar de sitio… pero eso ya es parte de otra etapa. Primero sintamos esto que comienza a suceder.